El arte de perdonar (y su libertad)
El Arte de Perdonar: Un Camino hacia la Libertad
Si hay algo que regresa una y otra vez a nuestras conversaciones, nuestras sesiones, nuestros silencios compartidos, es el tema del perdón.
Te invito a detenerte un momento. Respirar. Y hacerte dos preguntas:
— ¿Qué significa para ti el perdón?
— ¿Hay alguien a quien necesitas perdonar?
Perdonar no es aceptar. Perdonar es liberarse.
A menudo pensamos que el perdón es un regalo que ofrecemos a quien nos ha hecho daño. Pero el verdadero regalo es para nosotros mismos. No se trata de justificar lo que pasó, ni de minimizar el dolor. Se trata de dejar de cargar con el peso de una historia que nos ata.
Lo que sucedió, sucedió. Eso es un hecho. Pero el dolor que sigue presente no es un hecho: es una construcción. Es una herida que reabrimos una y otra vez. Y cada vez que lo hacemos, nuestro sistema nervioso responde como si la agresión volviera a ocurrir. Nuestro corazón se acelera, nuestros músculos se tensan, nuestra respiración se acorta. Volvemos a luchar contra el león, aunque el león ya no esté aquí.
El perdón es un acto de coraje. No es un "está bien", sino un "elijo soltar esto porque no quiero seguir arrastrándolo". Es mirarse al espejo y decir: "Merezco mi paz".
Los caminos del perdón: Entre el cuerpo y la mente
En la filosofía del yoga existe un concepto poderoso: Samskaras. Son surcos profundos en nuestra psique, patrones repetidos una y otra vez hasta que se convierten en caminos automáticos. Reacciones que creemos espontáneas, pero que son huellas de viejas historias.
Pero así como un sendero en la arena puede borrarse con el viento, así también podemos crear nuevas rutas dentro de nosotros. El perdón es una de esas rutas. Y construirla no es solo un trabajo mental: también es corporal. Se siente en la piel, se siente por dentro. En la respiración. En la liberación de un nudo en el estómago, en la caída de los hombros, en la exhalación que se alarga y nos devuelve al presente.
Perdonar no es un verbo. Es un camino.
No sucede de la noche a la mañana. No es un "debería" ni una obligación moral. Es un trabajo interno que requiere intención y compasión.
Si hoy puedes soltar un 1% de esa carga, está bien. Mañana será otro 1%. Y así, paso a paso, el dolor se convierte en enseñanza. La enseñanza se convierte en sabiduría. Y la sabiduría nos devuelve la liviandad.
Hoy, aquí, ahora mismo, con la próxima respiración, puedes empezar. Puedes elegir liberarte. Puedes elegir la paz.
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